21 de diciembre de 2012

El ministro, el pintor y la dama

Esta foto es un poco vieja pero viene a cuento de una conversación que teníamos ayer. Veía fotos de una colega que trabaja en moda (en estudio, con maquilladoras, trípodes y aire acondicionado) y pensaba en lo frustrante que es a veces trabajar en la calle y no poder lograr la calidad y prolijidad que nos gustaría, con esas iluminaciones tan cuidadas y esas chicas tan elegantes que salen en las revistas y que tanto les gustan a las mamás.

En la calle quiere decir en cualquier lugar donde es un desafío hacer una foto decente, ya no digamos una foto buena, porque no hay luz/no hay tiempo/no hay lugar/solamente dos temas/es un área restringida y todo así.

Esta foto del plenipotenciario, entonces ministro y comodín kirchnerista, rural-looking imán de votantes Julián Dominguez, la hicimos en Pergamino, en un evento organizado por el INTA para intercambiar tecnología agrícola con países del África subsahariana (Ghana, Angola, Congo, Mozambique, Namibia, Tanzania y algún vecino más)



En un predio gigantesco en medio del campo se mezclaban periodistas, productores, rotocultivadoras, embajadores africanos vestidos de blanco (el terror de los fotógrafos), policías, parlantes, un helicóptero, la mesa de los canapés y toda la espeluznante maquinaria para trabajar la tierra. 

Nada más bajar de la combi y poner un pie en medio del caos, mi compañero me gana de mano: Vos hacelo al ministro.
-Y la nota?
-No, no sé. Capaz la hago por teléfono. O hablo con el de prensa. O leo la gacetilla. Vos hacé la foto.
Osea, vos-hacé-la-foto-como-puedas.

La estrategia fue unirme al séquito del ministro y agazaparme como una fiera a la espera de una oportunidad (??!?). Pasé la siguiente hora caminando entre las máquinas bajo un sol de justicia, con la mochila colgada, la cámara al hombro, el 70-200 atado a la cintura y en la mano el trípode con una caja de luz (tranquilos, la extra small!).
Si a alguien le divertía ver al fotógrafo recorriendo los campos de soja con una lámpara japonesa en la mano, se guardó muy bien de hacer algún comentario.

Con paciencia (y calor) fui atravesando los infernales círculos del entorno ministerial hasta llegar a Dominguez. Lo separé de los demás (mostrando uñas y dientes) y alguien le alcanzó un mate.
Una foto decente, nomás, que esta muy bien para ser hecha en la calle.


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