9 de mayo de 2012

"Si tus fotos no son suficientemente buenas, no estás lo suficientemente cerca"

Esta ocurrencia de Robert Capa, que no siempre debería interpretarse en forma literal (y que el propio autor llevó a la practica con convicción, llegando incluso a demostrar que se puede estar "demasiado" cerca), fue la premisa que me impulsó a meterme en la laguna "De Todos los Santos" con el agua hasta el pecho, el teleobjetivo colgado a la altura del cuello para que no se moje, y las manos entumecidas de frío.



A falta de una embarcación tripulada y una carcasa estanca para la cámara, mi único equipo especializado para fotos de kite surf fue un traje de neoprene agujereado por todas partes. Empecé metiendo los pies en el agua y disparando con el teleobjetivo (un humilde 200 milímetros que impresiona más de lo que acerca), acercándome todo lo que mi buen juicio me permitía. Así conseguí algunas fotos más o menos buenas que después de un poco de retoque quedaron así:



Esta es una de las que más me gusta. Disparada con una modestísima
distancia focal de 113 milímetros, según el ACDSee.


En la segunda sesión quise ir un poco más allá (literalmente hablando) y decidí probar suerte con un gran angular, en busca de algunas de esas imágenes tan impresionantes que se ven por ahí, con el agua salpicando por todas partes y las tablas que parecen salirse de la fotografía.


Una de las más aclamadas. El merito principal
es del que saltaba exactamente sobre mí.
Las dificultades: enfocar a contra luz, agacharse al tiempo
de disparar, y sostener la cámara con una mano mientras
la otra me protegía la cabeza


Tengo que agradecer a los kitesurfistas que tuvieron el buen tino de no hacerme demasiado  caso cuando les pedía por señas que se acercaran más y más. 
Pero la tarde se fue poniendo linda y el sol calentaba un poco los ánimos y el fotógrafo levantaba el pulgar cada vez que una tabla voladora lo despeinaba, así que los muchachos fueron ganando confianza y la cosa se fue poniendo mucho más íntima. Deportivamente hablando.









A este intrépido lo conozco, y algunos de ustedes lo conocerán también!


Como el paño que llevé para limpiar el lente  (ingenuo de mi...) tardo unos pocos segundos en quedar inservible, tuve que frotar mi codo sobre el 17-40; cuando el traje que llevaba puesto estuvo completamente mojado, no me quedó más remedio que salir del agua.
  
Estás fotos y unas pocas más son la edición de entre cientos de disparos. 
Es sabido que a los fotógrafos nos gusta mostrar sólo las fotos buenas, pero lo cierto es que, salvo algunas excepciones, la mayoría de las tomas se veían así:





29 de abril de 2012

Una foto que no salía bien. O "cómo hacer una foto con dos flashes, utilizando un sólo flash".

Isela Costantini es la nueva CEO argento-brasilera de la General Motors en el país. En este país. Era una nota de tapa segura, y fuimos (fui) con una idea concreta de la foto que tenía que hacer.  Un retrato que pudiera recortarse, preferentemente con un fondo blanco o bien iluminado, con un poco de angular (solo un poco) y la modelo en alguna postura que denotara la actitud fuerte y enérgica que se supone debe tener una mujer joven que llegò a ocupar unalto cargo en una empresa lider dentro de un sector particularmente competitivo. Después de cumplir con todo esto tendría la libertad de hacer algunas fotos más (para la apertura de la nota y algún recuadro) “como yo quisiera”.
En el mail de la gente de prensa de General Motors advertían “Van a tener una hora para toda la nota”, así que tuve la precaución de llegar con tiempo suficiente. Suficiente para tomar un café en la esquina y después esperar en un sillón mientras se hacía tarde. Cuando me recibieron tuve cinco minutos para dar una rápida mirada a la sala de reuniones y armar el equipo. Valga la redundancia cuando digo que la sala de reuniones era una sala horrible sin atractivo ninguno, y que sería el principal obstáculo a vencer para conseguir una foto ya no digamos impactante, sino por lo menos decente.
Después de otro pequeño cambio de planes (no de “nuestros” planes) nos avisaron que solo tendríamos 50 minutos para la nota (la nota y las fotos). En el tiempo que me correspondía me las arreglé para hacer algunos retratos con y sin los horrendos banners plásticos que me habían facilitado, y después le pedí a Isela que se ubicara delante de una pared blanca para hacer fotos que fueran más fáciles de recortar. Me subí a la mesa lo más rápido que pude para evitar que me detuvieran, y disparé las fotos que tenía pensadas, con el fondo blanco, el gran angular, un ángulo ligeramente picado, y la luz del flash bien cerca del sujeto para darle algo de carácter a la iluminación.
Después tuve la osadía de proponer que siguiéramos haciendo fotos en la entrada del edificio. Creo que aceptaron solamente porque ahí estaba la oportunidad de incluir en las fotos algún vehículo de la marca.
Me apuré para hacer fotos con distintos lentes, horizontales y verticales, incluyendo o no el auto que habían traído. Cuando terminamos, Isela, que había colaborado muchísimo para las fotos, me dijo con una sonrisa encantadora: “espero que no tengamos que volver a hacer fotos hasta dentro de tres años, por lo menos”.
Ni ella ni yo imaginamos que estaríamos repitiendo las tomas sólo dos días después. Esta vez sí, con  mucho menos tiempo y entusiasmo. 


La idea que más gustaba era esta, pero no convencía la diferencia de iluminación entre el lado derecho y el izquierdo del sujeto, cosa que yo había planeado estratégicamente, colocando mi paraguas (a esta altura, la estrella indiscutida del blog) a pocos centímetros del rostro de Isela (un palmo, para los lectores angloparlantes). Me parecía que esa diferencia de luz aportaba algún atractivo al retrato anodino que estaba haciendo. 

El problema parecía ser que, una vez recortada la silueta y pegada sobre un fondo liso, esa diferencia de iluminación resultaba antinatural
Se me ocurrió que podía resultar antinatural y a la vez atractiva. O  bien, que se podía eliminar ese efecto degradando el color del fondo en la misma proporción del sujeto.
Pero insistir en esto podía interpretarse como un rechazo a la idea de salir corriendo con mi gigantesca mochila y el bolso del trípode, para atravesar el microcentro a la hora pico en busca de una nueva imagen, así que acepté el desafío y partí. 
Los ánimos de dos días atrás se habían esfumado, y ni la gente de prensa de GM, ni su flamante CEO, ni la recepcionista ni yo estábamos tan entusiasmados con la idea de las fotos. Me advirtieron que esta vez sí tendríamos apenas unos minutos para resolver.

Pedí a mi sujeto que se ubicara de costado ante una pared blanca, tan cerca como las normas de la buena educación me lo permitían. Del otro lado puse mi paraguas, esta vez arriba de la mesa y bastante más alejado. Se supone que de esta manera, la cantidad de luz que llega al sujeto, y la que llega un poco más allá y rebota en la pared blanca, no son taaaaan diferentes, y se obtiene una iluminación mucho más pareja que puede parecer (a cualquiera que no se tome un minuto entero para analizar la foto), la que producirían dos fuentes de luz. 
-Para una mejor comprensión de esta idea, por favor lean cualquier otro blog de gente que realmente sabe lo que hace y puede explicarlo mucho más claramente-.
 Hice apenas tres fotos rogando que salieran bien, atento al mismo tiempo a los reflejos, a las sombras, a los mechones de pelo que pudieran desordenarse, a las arrugas de la ropa que podían aparecer, al pestañeo inoportuno y así.

De vuelta en la redacción todo quedó en manos del "Gato" Arima, excelso gurú del diseño y la composición. Con su talento, mi material y la opinión de todos los que al caso andaban por ahí, se propusieron tres o cuatro modelos de tapas bastante satisfactorias (que son las que ilustran esta entrada y cuyo crédito compartimos). 
Finalmente, la versión elegida, y que fue a la tapa de la revista que todos ustedes compraron (si no es así, vayan a comprarla ahora!), esta hecha con una de las fotos de la primera sesión, iluminada apenas con la luz de un día nublado:


8 de marzo de 2012

MASAMOTO SHIRO-KO HONGASUMI

También “un masamoto”, a secas. 
¿El mejor cuchillo del mundo? Posiblemente.
Masamoto Sohonten es hoy el sello que la quinta generación de japoneses imprime a los cuchillos que, desde 1872, fabrican a mano con la misma técnica milenaria con que se hacían las espadas-que-cortan-guerreros-al-medio.
Mucho más adaptados al siglo XXI, los masamoto se aplican hoy sobre cortes de salmón y rábano picante, y son una referencia obligada al hablar de cuchillos profesionales. Los chefs japoneses creen que realizar un corte perfecto es escencial para mantener el sabor natural de los alimentos, por eso las hojas japonesas son extremadamente delgadas y afiladas.  
Minosuke Matsuzawa empezó a fabricar cuchillos hace casi 150 años, y hoy Masamoto Sohonten es una de las marcas más reconocidas mundialmente por los chefs profesionales, verdaderos ninjas de la tabla de picar.
¿Cómo llegó hasta mis profanas manos (y hasta mi profano lente) tan excelsa obra de arte?
Iwao Komiyama fue premiado en 2005 como el mejor cocinero nikkei (nacido fuera de Japón)
de comida japonesa. De manos del primer ministro japonés recibió esta maravilla hecha de acero al carbono y cuerno de búfalo de agua. Me lo mostró cuando lo entrevistamos.

intimidante!
¿La foto? Hice girar mi paraguas durante un rato alrededor del cuchillo, principalmente para impresionar a los cocineros que estaban mirando (hicimos las fotos en una escuela de cocina). Cuando me cansé de no obtener nada más que reflejos, brillos y sombras justo donde no las quería, apagué el flash y disparé algunas fotos con la luz natural. Esta es la mejor. Las zonas oscuras en los bordes son resultado de apagar la corrección de iluminación periférica. Lo que está grabado en la hoja (para los que no entiendan japonés) es el nombre del dueño.
Una curiosidad: hay una versión para zurdos; la hoja de los masamoto (y de otros cuchillos japoneses) está afilada hacia uno de los lados, esto es, visto de frente, como a punto de besarlo, el fijo del cuchillo no está en medio del ancho de la hoja, sino hacia uno de los lados. Esto provoca cortes más perfectos, y un deslizamiento mucho más eficaz.