21 de diciembre de 2012

La Caravana Solidaria!



 Batman, papá Noel y el Chavo del ocho repartiendo regalos en las habitaciones del hospital. Una turba descontrolada y feliz que rebalsa los pasillos y las escaleras y se mete de prepo en todas las habitaciones. Más o menos eso es la Caravana Solidaria que desde hace tres años recorre el Garrahan en diciembre. 
Las enfermeras, los de mantenimiento, los docs de todas las especialidades médicas y los de sistemas. Todos se juntan para desfrazarse y recorrer el hospital llevando juguetes y abrazos a los que los necesitan. Una fiesta enserio, dedicada a las familias que pasan un momento difícil.  

La banda, lista para salir





Se suponía que esperara a que todos los equipos salieran a recorrer el hospital antes de sumarme a alguno de ellos, pero la ansiosa masa crítica de batas blancas y narices rojas me arrastró escaleras arriba, y cuando terminé de correr estaba tan perdido que tuve que llamar por teléfono para que me vayan a buscar.  






El personal feliz, contentos de estar haciendo un regalo gigante a los chicos. Yo también; correr por los pasillos del hospital al lado de estos payasos fue de lo más divertido del año.
 Pero no lo intenten en casa! Los fotógrafos estamos prohibidísimos en los demás hospitales que conozco! 








Acá los docs calentando motores. El tropicalísmo Alcides también participó de la fiesta con la mejor de las ondas. Si no fuera por problemas con el sonido, teníamos que evacuar el Hospital; la gente deliraba al grito de "baila como un terremoto, su cintura me hace temblar!".


El ministro, el pintor y la dama

Esta foto es un poco vieja pero viene a cuento de una conversación que teníamos ayer. Veía fotos de una colega que trabaja en moda (en estudio, con maquilladoras, trípodes y aire acondicionado) y pensaba en lo frustrante que es a veces trabajar en la calle y no poder lograr la calidad y prolijidad que nos gustaría, con esas iluminaciones tan cuidadas y esas chicas tan elegantes que salen en las revistas y que tanto les gustan a las mamás.

En la calle quiere decir en cualquier lugar donde es un desafío hacer una foto decente, ya no digamos una foto buena, porque no hay luz/no hay tiempo/no hay lugar/solamente dos temas/es un área restringida y todo así.

Esta foto del plenipotenciario, entonces ministro y comodín kirchnerista, rural-looking imán de votantes Julián Dominguez, la hicimos en Pergamino, en un evento organizado por el INTA para intercambiar tecnología agrícola con países del África subsahariana (Ghana, Angola, Congo, Mozambique, Namibia, Tanzania y algún vecino más)



En un predio gigantesco en medio del campo se mezclaban periodistas, productores, rotocultivadoras, embajadores africanos vestidos de blanco (el terror de los fotógrafos), policías, parlantes, un helicóptero, la mesa de los canapés y toda la espeluznante maquinaria para trabajar la tierra. 

Nada más bajar de la combi y poner un pie en medio del caos, mi compañero me gana de mano: Vos hacelo al ministro.
-Y la nota?
-No, no sé. Capaz la hago por teléfono. O hablo con el de prensa. O leo la gacetilla. Vos hacé la foto.
Osea, vos-hacé-la-foto-como-puedas.

La estrategia fue unirme al séquito del ministro y agazaparme como una fiera a la espera de una oportunidad (??!?). Pasé la siguiente hora caminando entre las máquinas bajo un sol de justicia, con la mochila colgada, la cámara al hombro, el 70-200 atado a la cintura y en la mano el trípode con una caja de luz (tranquilos, la extra small!).
Si a alguien le divertía ver al fotógrafo recorriendo los campos de soja con una lámpara japonesa en la mano, se guardó muy bien de hacer algún comentario.

Con paciencia (y calor) fui atravesando los infernales círculos del entorno ministerial hasta llegar a Dominguez. Lo separé de los demás (mostrando uñas y dientes) y alguien le alcanzó un mate.
Una foto decente, nomás, que esta muy bien para ser hecha en la calle.


6 de agosto de 2012

La magia del cine

En realidad, de la fotografía editoral. Pero las hice tan apurado que me acerqué bastante a los 24 cuadros por segundo del séptimo arte.
  • The challenge: Fotografiar una entrevista, en forma de "mesa redonda", que se había realizado días atrás, a más de 1000 kilómetros de distancia, en la ciudad de Formosa.
  • The plan: Ubicar a los tres entrevistados en una oficina del microcentro, y pedirles que "representen" la charla que habían tenido (si hubieran sido actores, todo habría resultado demasiado facil).
  • The plus: Hacer una foto de apertura para la nota. Donde los tres personajes aparecieran mirando a cámara, preferentemente felices, y esta vez sin estar simulando nada.


La primera sorpresa fue cuando llegué, a la hora pautada, al lugar pautado. Nada más recibirme, mi "contacto" en el lugar (el agente de prensa de IPCVA) me informa:
 -Están en una reunión. No los puedo sacar.
Decidimos que voy a volver a las cuatro (hora y media más tarde) para tener tiempo de buscar un lugar propicio, armar y probar las luces, y liberar a los tres actores a las cinco.
-Mirá que a las 5 se van, eh. Me advierte la apocalíptica voz de la conciencia.

Decido caminar unas cuadras hasta el café que me gusta y me quedo mirando el reloj hasta la hora convenida.
Como el guardia de seguridad de la entrada casi no me hizo perder tiempo y el ascensor llegó enseguida, estuve de vuelta en el lugar antes de las 4.
Grande fue mi sorpresa cuando me apeé en el piso 22 y lo vi a "contacto" haciendo la foto con su teléfono celular. Me mira con pánico.
-Se tienen que tomar un avión. Pensé que no llegabas.
En este punto, sólo la desesperación que sentí impidió que me desmayara.
Me presento a los entrevistados, formateo la tarjeta, me saco la campera y trato de memorizar su nombres. Todo junto y al mismo tiempo que busco de reojo un lugar donde fotografiarlos, mientras trato de adivinar cuántos tercios de potencia tengo que bajar el flash para que coincida con las dicroicas asesinas del rincón.

Lo que siguió fue un torbellino de indicaciones y fotos, donde no me alcanzaba el aire para decirle a los tres al mismo tiempo dónde se tenían que parar y hacia dónde tenían que mirar.
Los improvisados actores colaboraron entusiasmados (había que tomar ese avión) y fueron enormemente creativos al momento de imaginar que los estaban entrevistando.
Gracias a eso pudimos lograr tres imágenes (bastante anodinas pero "correctas") que sirvieron para ilustrar la nota, en apenas diez minutos exactos!!
En el medio hasta tuve tiempo de sacarme los zapatos para subirme a un sillón de cuero que parecía nuevo, y hacer que los actores probaran dos o tres cambios de vestuario (no, esto no).

Recién cuando mis modelos se abalanzaron escaleras abajo en busca de un taxi al aeropuerto, me dí cuenta de lo silenciosa que estaba la habitación. El "contacto" y yo nos miramos como si acabáramos de bajar ilesos del pulpo del ItalPark.

Foto 1: Prueba de luz. Notarán aquí la total ausencia de fotómetro, cartón gris al 18% o cualquier otra herramienta  que destile profesionalismo. 




Foto 2: La última, diez minutos después. En el medio solamente el flash rebotando en el techo, con el cabezal del zoom seteado a 24mm y sostenido por el amabilísimo "contacto", que seguía disparando fotos con su iphone. El trípode y mi querido paraguas tuvieron que quedarse en el estuche.