Los primeros días que pasamos en cuarentena fueron una aventura. Parecíamos compartir, quienes nos arriesgábamos a la calle, la sensación de estar de excursión en algún territorio exótico.
Los barbijos como souvenirs, eran a un tiempo la señal que identificaba a quienes "eran parte de algo" aunque algunos de los que lo llevaban puesto se lo quitaban al llegar a zonas concurridas (!!!).
Al volver de estas modestas excursiones, los compañeros de piso nos compartíamos el parte diario:
-hay poca gente, mucha gente, está cerrado abierto tal o cual negocio, hay policía en tal o cual esquina... etc.
-hay poca gente, mucha gente, está cerrado abierto tal o cual negocio, hay policía en tal o cual esquina... etc.
A marchas forzadas se imprimían remeras de "yo sobreviví al Covid-19". La sensación general parecía ser la de estar siendo testigos del acontecimiento histórico que nos tocaba vivir.
En pocos días el clima en Barcelona cambió. El viento y las nubes de tormenta acompañaban una sombría sensación general. En el poco tiempo que llevaba la emergencia, entendimos q era de verdad; que este virus existía realmente y no era un invento de los medios y había que cuidarse; la gente se moría. Acá y en otras partes del mundo, se moría. En la calle ahora se precibía la sorpresa, y la ansiedad. Y el miedo. Ahora todos nos cuidábamos, al tiempo que desconfiábamos de la poca gente al rededor; todos, potencialmente, somos portadores del virus de la muerte. Pasaba esto:
Hoy cumplimos más de diez días en cuarentena. Es decir, saliendo de casa solo por cuestiones inaplazables (comprar comida o medicamentos, cumplir con su trabajo los empleados de salud y seguridad, pasear al caniche, etc.) La gente sigue muriendo y de alguna manera empezamos a entender el mensaje; #quedarnosencasa. Quedarse en casa para tratar de ayudar. Tener paciencia. Adaptarse.
El foco periodístico ahora parece estar puesto, no en los contagiados de Covid-19, sino en los burgueses padecimientos de quienes no tenemos permitido abandonar el sofá. El mayor peligro, sino el desabastecimiento, es aburrirse.
El foco periodístico ahora parece estar puesto, no en los contagiados de Covid-19, sino en los burgueses padecimientos de quienes no tenemos permitido abandonar el sofá. El mayor peligro, sino el desabastecimiento, es aburrirse.
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